EL DESIERTO Y MIS MEMORIAS

Autor: Iibarvo

Chihuahua, Chih. 

Cuando hablamos de la identidad del desierto de Chihuahua —especialmente de la parte que nos corresponde en el desierto chihuahuense—, me he dado cuenta de que existe un profundo desconocimiento sobre el ecosistema y las comunidades de la región. No sé si se deba a factores socioculturales o a un desinterés generalizado de la sociedad. Les menciono esto porque yo mismo tenía ese problema hasta que conocí las comunidades del noreste del estado, como Potrero del Llano y Chorreras, ambas pertenecientes al municipio de Juan Aldama, Chihuahua.

Imagen I: Atardecer en la Sierra de Chorreras Fotografia: Iibarvo 
 Para llegar a estas comunidades, hay que tomar la carretera que conduce a Ojinaga, Chihuahua, hasta llegar al entronque donde un letrero indica: "Presa El Granero". Es una de las carreteras más solitarias que conozco, con escasas edificaciones y negocios; ni siquiera hay tiendas Oxxo en kilómetros a la redonda. Después de tomar el desvío hacia la presa, el asfalto desaparece y comienza la terracería, un camino que se extiende por más de tres horas hasta llegar a Chorreras.  

Los paisajes varían según la estación del año o el clima. En ocasiones, se pueden apreciar ejemplares de fauna silvestre, como liebres de orejas largas, correcaminos, tortugas o manadas de caballos (estos últimos, animales de granja). En cuanto a la flora, predominan los cactus —en su mayoría enanos—, arbustos pequeños, mezquites, agaves, yucas y, en un tramo cercano a Potrero del Llano, un singular "bosque de ocotillos". El paisaje se completa con cordilleras montañosas y cielos que van desde un azul despejado en verano hasta tonalidades oscuras con tormentas eléctricas en temporada de lluvias. Los amaneceres invernales, por su parte, despliegan colores rojos, azules y morados que anuncian la salida del sol, acompañados por una brisa húmeda. Al atardecer, el cielo se tiñe de guinda, amarillo y morado, creando un efecto visual casi surrealista.

Imagen II: Cactus Echinocereus parkeri camino a Potrero del Llano Fotografia: Iibarvo 
 Antes de llegar al primer poblado, hay que tomar una "dura" decisión: elegir entre el camino izquierdo o el derecho. La única guía es un letrero improvisado, pintado de blanco, que señala: "Chorreras". Tras cruzar unas vías ferroviarias, se debe tomar el camino de la derecha y continuar durante más de dos horas hasta Potrero del Llano, no sin antes atravesar varios guardaganados, vados y dejar atrás una estela de polvo.

Imagen III: Letrero que indica el poblado de Chorreras Fotografía: Iibarvo 
Sabes que has llegado al primer punto que es Potrero del Llano cuando ves un letrero horizontal que anuncia: "Fábrica de Sotol" y, unos 200 metros más adelante, una pequeña capilla de adobe en ruinas que marca la entrada al pueblo. "Algunos pobladores mencionan que la edificación no es muy antigua, pero sí enigmática". La poca gente que habita allí se dedica a la ganadería, cría de caballos, elaboración de sotol, producción de carbón de mezquite y, cuando el Río Conchos lleva agua, a la pesca. Muchas familias han emigrado a ciudades cercanas como Aldama, Ojinaga, Chihuahuao incluso a Estados Unidos. Los alimentos suelen ser traídos desde estos lugares.  

El clima es extremo: en verano, las temperaturas diurnas alcanzan los 48°C–50°C, mientras que por las noches son gélidas. En invierno, el termómetro puede permanecer bajo cero casi todo el día.  

Imagen IV: Letrero que indica una fabrica de sotol Fotografia: Iibarvo 
Para continuar hacia Chorreras, hay que retomar el camino donde está el letrero de la fábrica de sotol, pasar junto a un pequeño cementerio y cruzar el puente sobre el Río Conchos —que suele llevar agua—. Aún falta más de una hora de trayecto, pero antes se atraviesa la Sierra de Chorreras, cuyos horizontes ofrecen postales impresionantes, tanto de día como de noche. Aquí abundan especies como el agave lechuguilla, el sotol (Dasylirion spp.), la yuca (Yucca spp.) y el nopal morado (Opuntia violácea u Opuntia macrocentra), así como fauna como jabalíes y venados cola blanca.


Imagen V: Fabrica de carbon de mezquite Fotografia: Ilibarvo
 Tras cruzar la sierra, a media hora aparece la comunidad —un oasis en medio del desierto—, recibiendo al visitante con estanques de agua, sembradíos de alfalfa y un río que, la mayoría de las veces, está seco. El pueblo es tranquilo, con construcciones híbridas de adobe blanco y rocas de desecho minero, un pequeño acueducto y letreros escritos a mano que anuncian: "Se vende pescado" o "Venta de mojarras". Sí, este pueblo se dedica a la pesca en pleno desierto, gracias a un ojo de agua turquesa que brota de las montañas cercanas. Los habitantes han creado una pequeña presa para recolectar el agua y, en ciertos momentos del día, abren las compuertas para regar los cultivos mediante canales que atraviesan el pueblo.

Imagen VI: Casa de Adobe Blanco Fotografía: Iibarvo 
 La mayoría de los pobladores se dedican a la pesca, ganadería, agricultura o a la elaboración de cera de candelilla (Euphorbia antisyphilitica Zucc.), sotol, queso de rancho (de leche de cabra o vaca) y dulces de leche llamados "greñudas". El clima es igualmente extremo, con veranos sofocantes —aunque con mayor humedad que en Potrero— y noches frías y silenciosas, donde solo se escuchan los rebuznos de los burros, los relinchos de los caballos o los mugidos de las vacas, mientras el cielo se llena de estrellas.

Imagen VII: Poblador de Chorreras que se dedica a elaborar Queso de cabra y Dulces (Greñudas) Fotografia: Iibarvo 
 En el ámbito gastronómico, durante dos años tuve la oportunidad de probar el "pescado frito al disco". Este se prepara en una placa cóncava de metal donde se agrega aceite, cebolla, ajo, sal y la proteína principal, que suele ser pescado de la región como mojarras.  

Otro platillo destacado es la carne asada. Puede sonar común, pero aquí el detalle especial radica en el carbón utilizado, proveniente del "hoyo de piedra" donde se cuecen las cabezas de sotol. Al finalizar este proceso, la leña de mezquite se carboniza, y ese mismo carbón —impregnado de los jugos del sotol— adquiere notas caramelizadas que le confieren a la carne un sabor único: toques de chocolate, tierra y un delicado equilibrio agridulce. No requiere más que sal, pues el carbón ya le brinda una sazón excepcional.  

También probé muslos de pollo fritos al disco, y escuché hablar de un platillo llamado "descremado", del cual solo supe que se elabora con pescado.

Imagen VIII: Pescado antes de ser frito y otros ya fritos Fotografía: Iibarvo 

  En cuanto a las bebidas, la más típica de la región es el sotol de desierto, una delicia sensorial con notas a tierra mojada, chocolate, nuez y ahumado. Además de su valor gastronómico, se utiliza como remedio medicinal: se maceran dientes de ajo en el licor, obteniendo así un elixir con propiedades curativas.

 Estuve buscando datos históricos para conocer el origen de esas dos regiones; desafortunadamente, no encontré nada sobre Potrero del Llano. En cuanto a Chorreras, solo obtuve información vía oral al principio, proporcionada por habitantes del poblado. El mismo dueño de las minas de San Guillermo y Santa Eulalia (ambas pertenecientes al municipio de Aquiles Serdán) fue propietario de la mina del Real de San Antonio de Chorreras. Se estima que esta mina se estableció hace aproximadamente más de 300 años.

Imagen IX: "El Guero" en la cortina del ojo de agua de Chorreras Fotografía: Iibarvo 
 En el libro Diario y Derrotero 1777-1781, editado por Eugenio del Hoyo y Malcom D. McLean, se relata que el 11 de marzo de 1778 viajaron por el noreste del estado: 

"...Salimos a las siete por entre lomas muy quebradas de peñasquerías mineral; llegamos a un cañoncito de tierra colorada, cuyas lomas eran de piedra negra apizarrada con una superficie que parecía de hermoso alabastro y cuarzo. Más adelante, había peñascos de piedra verde, hermosa, veteada de blanco y capaz, al parecer, de pulimento. Encima de la penúltima loma se trabajó una mina, y toda la sierra es rica. Este puerto, que es parte de la sierra de Chorreras, lo bajé a pie. Llegamos a Chorreras, hacienda abandonada del padre Armendáriz de Chihuahua. Hay un hermoso ojo de agua termal, con tierras de labor y todas de riego, como a un cuarto de legua de la primera casa, que tiene un torreón con troneras, y frente a la cual vimos un águila; hay otras casillas, también arruinadas; junto a ella, su señoría tiró a una zorra gris rojiza y se contaron nueve rastros: cuatro de caballo, dos de mulas y tres a pie."

Aprendamos a ser "turistas en nuestros propios entornos sociales, y si logramos apreciar y resguardar no llegaran personas externas a ellos a "descubrir", a mal informar, a transformar cosas sin antes tomar encuenta a sus habiatantes.

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